El pasado 4 de junio se entregó el XVI premio García de la Huerta. | I.E.S. Suárez de Figueroa

El pasado 4 de junio se entregó el XVI premio García de la Huerta.


9 de junio de 2014 - Gema Borrachero
El pasado día 4 de junio tuvo lugar la entrega de la XVI edición del premio de poesía García de la Huerta. Un numeroso público acompañó al poeta ganador, Víctor M. Jiménez Andrada, que leyó algunos de sus textos. Acudieron al acto la Delegada de Educación, la Alcaldesa de Zafra, el representante de CajaAlmendralejo en Zafra, El Director del I.E.S. Suárez de Figueroa y la Presidenta del Jurado.

Ponemos a vuestra disposición el poemario ganador Circo (.pdf de 7,5 MB aprox.), junto con una aproximación a su lectura.

Aproximación al poemario Circo, de Víctor Manuel Jiménez Andrada

El conjunto de los 25 poemas de Circo se divide en tres partes: “El circo llega a la ciudad”, “La función” y “Detrás del telón”. Los 25 textos describen el montaje de la carpa, los principales número circenses y lo que se esconde detrás del escenario. El yo poético nos acompaña en todo este proceso, descubriéndonos sus entresijos, lo que nadie ve cuando el espectáculo termina.

El espectáculo y sus protagonistas permiten al poeta reflexionar sobre aspectos tan diversos como el amor, el fracaso, el paso del tiempo, la mentira, la crueldad, el miedo, etc. Sin olvidar los textos metapoéticos, en los que el poeta comparte con nosotros cómo afronta la tarea de escribir, las dudas que surgen en ese proceso, su afán de despertar la emoción en el lector y, cómo no, la soledad de la escritura.

Según el poeta, el espectáculo de circo es, en esencia, un engaño, una mentira, una realidad maquillada y disfrazada. Solo la inocencia propia de la niñez consigue que esa fachada se convierta en belleza, en ilusión y en fantasía vívida y real. Por eso, desde el principio se anuncia que el lugar donde se levanta la carpa “No parece buen terreno” (“Montaje”); se nos inquieta diciendo que el encendido atrae a las polillas hacia la quimera ; y ya más claramente el maestro de ceremonias “escupe” promesas, “palabras mohosas”, “falacias travestidas”. A continuación, los números circenses se suceden (es la parte central del poemario, “La función”), casi todos escondiendo algún aspecto inconfesable, ya sea del artista o del espectador: la crueldad del equilibrista cegado en su concentración; el anhelo oculto de que el trapecista caiga; el viejo elefante que mataría por morir lejos de allí; el mozo de pista condenado a ver la gloria de los artistas sin participar de ella; el domador que a duras penas controla el miedo a las fieras y vive cada función como una pesadilla.

Este lado oculto, inconfesable, forma parte del ser humano, de lo cotidiano (como las bambalinas ocultan las lágrimas del artista): en nuestros trabajos, en nuestras relaciones humanas, en nuestra intimidad siempre hay una cara oculta, probablemente necesaria, tal vez imprescindible para el equilibrio que nos permite estar y ser en este mundo sabiendo que, en breve, ya no estaremos, ni siquiera seremos. La idea del paso del tiempo salpica el espectáculo circense (y, por supuesto, nuestra vida) en textos como “La exhibición ecuestre”, “Giros” o “Inocencia”, claros ejemplos de que nuestra condición efímera es la base misma de la existencia, como lo es nuestra naturaleza contradictoria, agridulce y dramática.

Los textos metapoéticos también son esenciales en Circo. De hecho, el primer poema y el último de esta parte central tienen a la escritura como protagonista. El primero, “Carteles”, nos anuncia con este significativo título que la poesía forma parte del espectáculo, es decir, de la vida, al principio de forma incierta para luego integrarse plenamente en el engranaje emocional del poeta: “Al principio estabas tú, indefinida, sin rostro apenas,/en los carteles que anunciaban la función en la ciudad./Después tu nombre y tu cara se fundieron con las vigas/ que sostienen esta carpa descolorida que es mi historia”.
En el otro texto, titulado “Más difícil todavía”, la poesía es un “triple mortal de palabras”, “malabares con viejas metáforas”. El poeta se esfuerza en crear belleza para olvidar la incertidumbre de lo que está por llegar; sin embargo, ese intento también es inútil: la realidad es ineludible y la poesía, a menudo, no encuentra lector. La euforia, el fulgor del hallazgo poético no libran al poeta de su fragilidad.

La última parte, titulada “Detrás del telón”, se centra en el fracaso y la decadencia del circo como espectáculo; el final de un arte basado en el riesgo y la precisión (“existe un centímetro indómito que separa la gloria del duelo”); un oficio que “se aprende con horas y sangre” y en el que es fácil quedarse varado. Este final no es más que nuestro destino ineludible bajo la gran carpa de la vida, sea cual sea el número que nos toque interpretar en el espectáculo.
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A pesar de que Circo es un poemario que trasciende lo personal y alcanza gran nivel reflexivo, es posible encontrar en él textos de carácter autobiográfico (creo) como “El último unicornio” o “Equilibrios complicados”. Además, la presencia de elementos realistas no dejan al lector sumido en divagaciones: “fardos de carne muerta”, “sucia escombrera”, “el pantalón oscuro no delata el cerco de orina”. A veces, incluso, asoma el humor: “Soy el increíble hombre bala,/[...]Mi vida es meterme en un cañón en la mañana del lunes/ y salir disparado hacia el fin de semana”. Sin embargo, creo que el principal logro estilístico de la obra es el equilibrio conseguido entre lo narrativo y lo lírico. El poeta no renuncia a contarnos y lo hace sin que eso merme la expresividad, la creatividad y la emoción, pues se unen a menudo la condensación del aforismo con la intensidad de imágenes , metáforas, comparaciones y otros muchos recursos de sutil belleza.

Aunque el pesimismo de Circo es manifiesto, prefiero interpretarlo no como una condena, no como un lastre, sino como el precio consciente que hay que pagar para participar de la belleza que entraña vivir, es hermosa la risa pero también lo son las lágrimas.

Página inicial del Premio de Poesía García de la Huerta